Andrómeda. La llegada by Brandon Q. Morris

Andrómeda. La llegada by Brandon Q. Morris

autor:Brandon Q. Morris [Morris, Brandon Q.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-31T00:00:00+00:00


18: Kazuhiro

—¿JEFE? ¡Le necesitamos aquí abajo y con urgencia!

Kazuhiro se levanta maldiciendo en voz baja y se acerca al aparato de radio. Aún no está del todo recuperado pero, por lo visto, el departamento de seguridad no se las apaña sin él.

—Kazuhiro al habla. ¿Qué pasa?

—Soy Dieter. Intentamos evitar que la masa negra avance hacia el complejo infantil, pero se nos está acabando el combustible.

Mierda, el complejo infantil. Todavía no lo han evacuado. ¡Si ayer insistió mucho en ello!

—Enviaré a Mike. Él os llevará el combustible.

—¿Mike? ¿No está en el calabozo? —pregunta Dieter.

—No, acaban de liberarle. Por circunstancias especiales. Ahora necesitamos a todos los hombres posibles. Lo que le falta de condena, la cumplirá en libertad condicional.

—Genial. Tienes la razón, jefe, nos vendrá muy bien tenerle aquí abajo.

—Está de camino. Dadle media hora.

Como si fuera tan sencillo. Mike no ha querido abandonar el arresto. ¿Dónde se puede estar más seguro que en el calabozo? Solo consiguió convencerle con amenazas de que pidiera su liberación. Y ahora ni siquiera puede ir a ver cómo está su casa.

Kazuhiro saca el comunicador y llama a Mike. Curiosamente este responde. Parece que sigue en la ciudad.

—¿Qué pasa, jefe? —pregunta sin aliento.

Vaya, lo habrá pillado en cama ajena. Mike nunca ha sido muy selectivo. Hombre, mujer, mayor, joven… le da igual. Pues lo siente por él.

—Tienes que unirte urgentemente al equipo que hay en el complejo infantil. Necesitan combustible y un hombre más.

—Imposible, jefe. Estoy sentado en el váter con los pantalones bajados, cagando.

—Ya, claro. Te creo lo de los pantalones bajados, pero el resto… Ponte de en marcha o iré yo a sacarte de la cama en las que te escondes. Tengo tu posición en el comunicador.

—Joder, jefe, que llevo semanas sin echar un buen polvo. ¡Déjame que me dé el gustazo!

—Oye, Dieter te necesita; si no vas, el complejo infantil desaparecerá y Dieter con él, solo porque tienes ganas de divertirte. Ni hablar. Siempre hemos podido confiar los unos en los otros.

—¿Ah, sí? ¿Por qué estaba entonces en el calabozo, aunque fuera idea tuya la de cargarse a esos seres de energía?

—Mike, te he sacado de allí, ¿o no? Y, al fin y al cabo, fuiste muy poco delicado con ese tal Hannibal.

—¿Y qué? ¿Le he perjudicado? Según he oído, incluso ha secuestrado una nave. ¡Una nave! Y yo ni siquiera sabía que teníamos algo así, y él va… ¡y la secuestra!

—No, no fue él. Fue una pequeña programadora de la IdC.

—Ah, ¿esa que siempre mueve los brazos como una loca?

—No seas gilipollas, Mike. Además, es una chica muy inteligente. Igual que Marina, la novia de Hannibal.

—Caramba, Kaz, pareces otro. ¿No habrás pasado demasiado tiempo con las tías esas?

—Ya te enseñaré yo. O te vas ahora mismo a ayudar a Dieter, o…

—Está bien, jefe. Pero cuando esto acabe, quiero un par de días de vacaciones. Me los debes. Entonces ya veré lo lista que es esa Marina.

—¡Venga, Mike, en marcha!

Se interrumpe la conversación. Antes Mike no era tan estúpido. ¡A un camarada se le ayuda, punto! Pero prefiere ir echando polvos por ahí.



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